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sábado, 1 de mayo de 2010

...Izando las Velas, hacía la isla de Tú Amor.



Remos que se quedaron,
a la deriva de un peñón,
carcomidos por la salitre,
envejecidos por el paso del tiempo,
quebradizos y corroídos,
sé negaban a volver,
para surcar los océanos,
hasta que les detallé,
de un ángel,
que abriendo las puertas del cielo,
me invitó a navegar,
hacía la isla,
que tenía un corazón azul…

Fantasía y quimera,
en aquella pequeña embarcación,
se conferían de todos los elementos,
y el viejo lienzo de la vela,
relucía emocionado,
desafiante ante el viento,
que al caer del ciclo,
rugía al rozar del mástil,
pronto y listo…
Para llevarse el mundo,
acuestas…

Aroma de mar…
Rocío de cielo en mi rostro,
ligeras dilataciones,
en mi probado corazón,
al vaivén de las ondas,
transpiración e inquietud,
ante su semblante colosal…
A momentos sentía tenerla cerca,
en mi solitario derivar,
la espesa noche,
compañera de largas peregrinaciones,
ahogaba su silencio,
en mi esencia,
en mis eruditos pensares,
enfáticos ensueños,
de una alborada,
que vendría con la llegada
de un nuevo día…

Velas al viento,
me despertaba la razón,
de mis pecaminosos pensamientos,
y en el medio de la nada,
tras un grandioso azul,
se abría una flor,
homenajeando al nuevo día…
A lo lejos,
el espontáneo reflejo,
de una luz dorada,
regia y esplendorosa,
natural y llena de humildad,
regodeaba las voces silenciosas,
que al unísono,
aplaudían su presencia…


La vela invertía,
el itinerario,
abrazada reciamente,
al timonel del mástil,
rumbo a la isla…
Una isla que tiene nombre propio,
pero que yo prefiero,
llamarla…
Amor…

Príamo.

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