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jueves, 16 de abril de 2009

Las Aguas.... De aquella bahía...




Bern, acariciaba con sus ojos, los últimos rayitos de sol, que afloraban desde las montañas del norte.
El azul de aquella bahía lo fascinaba, lanzaba su caña de pesca en aquella tarde fría, pero tan llena de emociones y de recuerdos, que la añoranza de su tierra, destruida por la ignorancia del mismo pueblo, hacía que afloraran unas lágrimas en su rostro.


Año 2013, 17 de Febrero.
En algún lugar del hemisferio norte.

(¡¡ Julia, voy a la bahía a pescar, así aprovecho este rato de sol suave y regreso!!)
Dijo Bern a su pareja tomando su caña y su sillita playera….
Julia … Que gran mujer, de ella hablaré más adelante, era la pareja de Bern, se habían conocido muchos años atrás, en situaciones de mucha dificultad.
Se aprestó a llegar a la orilla de aquella gran playa, sentía especial predilección al sentir el contacto de la arena en sus botas invernales.
Observó con la mirada, como se alejaba su carnada perdiéndose entre las ondulantes olas del mar, y dándose vuelta caminó unos pasitos hasta llegar a su sillita….
Su mirada perdida entre aquel azul, llevaba su memoria a tiempos pasados, cuando la vida era aun un sueño por cumplir.
Tratando de escapar a aquellos pensamientos, decidió dar una ojeada aquellas casitas del pueblo que rodeaban la bahía, sus colores atrayentes, los barcos anclados al pequeño muelle.
Sintió la brisa fría del atardecer arañar su rostro, al levantar sus ojos hacía los picos nevados de aquellas montañas, que en la lejanía bordeaban su paraíso, como el solía llamar a aquel lugar.
A lo lejos divisaba las callecitas de piedras que se introducían tortuosas en su interior,
Por momentos se instruyó en las pintorescas construcciones de maderas, algunas chimeneas ya humeantes, era el indicativo que los pueblerinos se preparaban a pasar la noche calentando sus hogares.
Fijó su mirada en la residencia que ocupaba hacía menos de un año, se imagino a Julia, preparando la leña para la chimenea, su lugar favorito, pero sabía que lo esperaría a el para encender la leña, era como un ritual que a ella le embrujaba, y en sí, formaba parte de la tranquilidad que estaban viviendo en aquellos momentos que formaban parte de sus dichas.
Un leve toqué en su caña de pesca, lo regresó a la realidad del momento…
Al ver a su alrededor, se percató que no estaba solo, otros hombres, lugareños, se habían unido al final de la tarde aprovechando aquellos últimos rayitos de sol, y de vida.
Saludó con cordial alegría a sus nuevos acompañantes, a la vez que recogía su carnada, esperando que algún buen pez hubiese picado su carnada.
Pero el anzuelo venía vacío, sonrió al pensar que el afortunado pez había sido más inteligente, comiéndose la carnada sin ser atrapado.
Se dispuso a poner una nueva carnada al azuelo…..
Levantó la mirada como para observar la limpidez de aquel cielo…
El azul de aquella bahía lo fascinaba, lanzaba su caña de pesca en aquella tarde fría, pero tan llena de emociones y de recuerdos, que la añoranza de su tierra, destruida por la ignorancia del mismo pueblo, hacía que afloraran unas lágrimas en su rostro.
Trató de ocultar sus emociones desviando la mirada, se retornó a sentar en la sillita, más lo recuerdos estaban ahí, omnipresentes, no se podían borrar, no era un cd que se podía borrar, no era el disco duro de una computadora que se podía formatear, eran una parte importante de su existencia, estaban en su alma, yacían en el interior de sus vivencias, y lo regresaban una vez más a tiempos anteriores, no muy lejanos, aunque con algo de especial, en su mente solo lograba visualizarlos en blanco y negro.
Los hechos que cambiarían su vida, empezaron unos nueve años antes, cuando ante una ley del todo personal y por capricho de un jefe de estado, que se inauguraba como un aprendiz de dictador, ordenaba confiscar su pequeña fabrica de embutidos alimenticios, por considerar que era de utilidad publica.
Recordó con mucha tristeza la traición de sus trabajadores, quienes armados de banderas rojas gritaban consignas de capitalista e imperialista al momento de presentarse las fuerzas publicas armadas hasta los dientes, como si se tratara de una guerra, celebrando la caída de una fortaleza enemiga.
Jamás fue resarcido, nunca recibió dinero alguno por su propiedad, sencillamente fue entregada a un grupo de cooperativista quienes serían los nuevos dueños.
(La propiedad para el pueblo) decían las consignas del estado usurpador de los derechos a la propiedad privada.
Dos años más tarde lo que una vez había sido una pequeña industria, que daba trabajo a 35 trabajadores directos y sus familias, solo quedaban ruinas que se caían a pedazos, hasta las maquinas se habían vendido, unos meses después de la toma en la planta ya no había producción, y no pagaba salarios, se despilfarró todo! Habían destruido en tan poco tiempo, lo que a Bern le había costado años de trabajo levantar, con constancia, trabajo, hipotecas, prestamos y mucha voluntad.
Como era de esperarse, después de aquellos acontecimientos Bern siguió de alguna manera intentando seguir en el ramo de las ventas, mientras se unía a un grupo de oposición con la sana intención de ayudar a su país a no hundirse en el despeñadero del comunismo más salvaje.
Un día recibió una llamada a su móvil…
(¡¡ Aló Bern? Me escuchas?!!) El interlocutor del otro lado con voz asustada…
(¡¡ Si claro que te escucho… Que pasa M…..por tu voz noto cierto grado de angustia!!)
Respondió Bern con algo de miedo y curiosidad…
Pasaron unos segundos que para Bern parecían un siglo…
Luego su interlocutor prosiguió…
(¡¡ Amigo tu sabes lo mucho que te apreció, y me estoy arriesgando mucho al llamarte, pueden estar grabando esta conversación, pero en nombre de nuestra amistad, me siento en el deber de avisarte que: Una fiscal vendida al gobierno a librado una boleta de encarcelación a tu nombre, te acusan de terrorismo de estado e incitación al alzamiento popular, por la columna que escribiste en el diario dominical de esta semana. Cuídate amigo y piensa bien como proceder!!)

Esta historia continua.

Príamo.